lunes, 6 de julio de 2015

De cómo la suma de las comunidades supera la totalidad: PRIDE (Película)

El miércoles de esta semana tuve oportunidad de acudir, con muy grata compañía, a la Cineteca Nacional. Parecerá increíble y lo menciono sin mucho orgullo, pero aquella fue mi primera visita a tan emblemática sede del arte, de los pocos sitios en esta ciudad donde se busca rescatar la esencia del cine un tanto ausente de mercantilismo, que no es por satanizarlo enteramente, pero sí suele ofrecer alguno que otro producto cinematográfico de cuestionable calidad y escaso criterio.

Para compensar el poco orgullo que implica haber incluso ignorado durante tantos años la dirección de la Cineteca Nacional, vi una película en ella cuyo título contrasta y sugiere: "PRIDE: Orgullo y Esperanza" filme británico del 2014, dirigido por Matthew Warchus, que formó parte de la cartelera en alusión a la reciente marcha del orgullo LGBTTTI del pasado sábado 27.

Motivado por el apoyo a la comunidad, el contexto del seminario de estudios sociales al que estoy acudiendo (y de cuya experiencia me gustará mucho compartir aquí posteriormente) y por la participación en dicha cinta de una actriz que considero magnífica, la imparable Imelda Staunton (por muchos identificada en el papel de la odiosa inquisidora del Ministerio de Magia "Dolores Umbridge" en la saga de Harry Potter), fue que me interesó mucho ver "PRIDE" para plasmar aquí mis impresiones sobre el desempeño de la película y el significado que transmite.




Siendo franco, hay una cuarta razón que influyó mucho en mi iniciativa: la historia llevada a la pantalla grande se encuentra inspirada en un hecho real, todo aquel que conoce mis gustos en cine sabe que tengo cierta debilidad por las adaptaciones dramatizadas de circunstancias verídicas, teniendo en este caso, un suceso histórico merecedor de ser recordado por representar de forma implícita un avance en la lucha por el trato igualitario con el impulso auténticamente solidario y agradecido: aquella marcha del orgullo en el Reino Unido del año 1985, año en el que por primera vez, un contingente de mineros galeses encabezaron la marcha, acompañando el colectivo a favor de la diversidad sexual.
Ustedes dirán ¿qué tiene de especial eso? Pensando quizá en primera instancia que se trataba de algún contingente de "mineros gay", lo cierto es que el argumento del filme justamente remarca que no fue así, se trató de un colectivo que iba en representación de los mineros, así, en general, sin segmentarse del resto del gremio por la preferencia sexual, mostrando en pantalla los hechos que dieron lugar a las razones por las que esto fue posible. Veamos entonces el contexto histórico que retrata la película en cuestión:

Hace 31 años en el Reino Unido, los mineros se fueron a huelga para exigir mejores condiciones laborales; esto en épocas de "la dama de hierro", Margaret Thatcher, la cual, inflexible ante tales peticiones, había dejado prolongar de manera alarmante la huelga, haciendo caso omiso a la escasez de carbón que esto implicaba en el país. De tal suerte que cada marcha minera derivaba en una represión policiaca severa y nulos resultados, además de períodos de escasez para las familias.

La historia de algunos participantes londinenses en la marcha del orgullo en 1984,  encabezados por Mark Ashton, Steph Chamber, jóvenes activista, y Joe Cooper, joven estudiante de chef que aún no comenta sus preferencias con su familia, se veía completamente al margen de la problemática minera, hasta que la iniciativa repentina de Mark Ashton de recolectar con el "boteo" durante la marcha para la causa de los mineros dio buenos resultados. El planteamiento de la cinta radica en la marcha del 84, sin incidentes ni detenciones  por parte de la fuerza pública, motivo de satisfacción para la mayoría de los participantes exceptuando al mismo Mark, quien recalcó que esa ausencia de ataques se debía a que el cuerpo policiaco tenía el boicot de otra manifestación como objetivo. Mark exhorta a los demás a unirse a la causa minera, dado el éxito del improvisado boteo, para llevarlo a cabo de manera más completa, organizando lo que llamó LGSM (Lesbians & Gays Supporting Miners) comenzando el hallazgo de numerosos obstáculos en el camino.

Mark Ashton, en su diálogo al respecto, enuncia: "¿no les parece ilógico marchar exclusivamente por el derecho de los homosexuales? Se trata de defender derechos humanos, los de todos."

No tuvo el apoyo de todos sus compañeros, incluso un ex novio suyo le confesó que, viviendo en un poblado minero, era constantemente objeto de burla, rechazo y agresión por parte de los mismos mineros ¿por qué interesarse en su causa? Pero esa no sería la única negativa al respecto, además de la suspicacia de la comunidad para agendar causas distintas a la suya, diversos sindicatos mineros de inmediato se rehusaban a recibir la ayuda económica para repartir entre sus afiliados en huelga al momento de saber qué significaba el acrónimo LGSM.

Con cierta ingenuidad, la representación de un comité galés de apoyo recibió la llamada telefónica de los LGSM para recibir sus aportaciones. La bienvenida de ambas partes resultaba de lo más incómoda, muchos de los mineros cuestionaban duramente, mediante el prejuicio, si "tan bajo se había caído" para recibir apoyo de dicha fuente, temiendo la repercusión en la opinión de la sociedad al aceptar ayuda de este grupo homosexual, no obstante, la objetiva gratitud de personajes importantes como Dai Donovan, Cliff, la gran Siân James y la integrante del comité de beneficio Hefina Headon (la brillante Imelda Staunton) desafió un cambio en la forma de pensar de quienes se posicionaban en contra de aceptar la unión de la asociación por sus preferencias. Fue la transformación del paradigma para muchos mineros y el recrudecimiento de sus oposiciones para otros, además de representar un aprendizaje amplio en el movimiento activista: pasando del apoyo únicamente económico, a una vinculación moral más estrecha para hacer frente a desavenencias internas y externas.




La cinta contrasta momentos de discusión profunda con escenas cómicas de ironía y simpática sátira para amenizar la historia. Técnicamente impecable (iluminación, secuencia, banda sonora y actuaciones), trata el tema cuestionando estereotipos y esgrimiendo diálogos de alta profundidad. Me gustó en demasía la insistencia en llevar al realismo necesario los contrapuntos de la organización social, la empatía y la aceptación. Pienso que el mayor acierto de "PRIDE" fue recordar que este hecho histórico, más que un ejemplo de la fácilmente malentendida tolerancia (creyéndola tan anquilosada como el sólo "soportar" a quienes piensan y sienten distinto), fue en realidad una muestra de los grandes alcances de la solidaridad entre humanos, ir más allá de las diferencias para aprender a dar y recibir apoyo, lo cual la vuelve muy destacable y ampliamente recomendable.

"Cuando luchas contra lo desconocido y se vuelve algo más grande que tú, el hecho de que alguien en algún lugar te muestre su apoyo y te brinde su amistad en estos momentos, es el mejor sentimiento que se puede tener."   -Dai Donovan, minero en huelga

La intensidad con la que esta cinta es capaz de describir las emociones la convierte en una vital experiencia; como testimonial historiográfico vale mucho la pena, pues considero la visión del guión y la dirección lo suficientemente objetiva, ninguno de los dos grupos sociales (LGBTTTI, mineros) se muestra sin defectos ni dudas, en cada personaje se detalla una lucha distinta, momentos de caídas internas y aprendizajes.

Transcurrida la marcha celebrada 30 años después, encontrar, por ejemplo, en facebook, tanta irritación por la aplicación "foto de perfil multicolor" en festejo por la legalidad de matrimonios entre personas del mismo sexo en Estados Unidos (y de paso en México, recientemente), más bien me parece un desplante de escaso entendimiento, arguyendo por una parte que "hay causas más importantes" o que en verdad lo son. Si hablamos de sectores sociales, cada quien tiene en su día a día causas por las que luchar, algo que aprendí de los sucesos narrados en PRIDE es que tus causas no tienen porqué volverte ajeno a las de los demás, que en efecto, la inclusión es algo que no se alcanza en todo momento pues la solidaridad resulta bella en teoría y complicada en la práctica, sin mencionar lo fácil que resulta juzgar en contra de las prioridades o motivos de apoyo de los demás sin hacer algo efectivo por lo que se considera, mejorando su argumento, no causas importantes, sino causas URGENTES. Imagino a todos los que subieron fotos de desnutrición en África tomando el primer avión cargado de víveres ¿no creo, verdad? El ejemplo predica mejor, en eso estoy de acuerdo.

Hubo otra reacción, bastante más absurda, sobre el multicolor, y fue la de creer que Mark Zuckerberg se encargó de sacar del clóset a millones de usuarios en el mundo ¿En verdad creen que se necesita ser LGBTTTI obligatoriamente para celebrar los triunfos que han tenido en busca de la igualdad de oportunidades? ¿Se necesita ser afroamericano para repudiar el racismo? ¿se necesita ser normalista de Ayotzinapa para experimentar un poco del dolor que las familias de los desaparecidos sienten, motivo para apoyarlos en su protesta? En verdad que todos tenemos mucho por aprender.

Decidí titular esta reseña-ensayo "De cómo la unión de las comunidades supera la totalidad" por algo que encontré publicado también en facebook por un amigo que considero muy querido e inteligente: "Me considero parte de una totalidad, no de una comunidad, no de unos cuantos" escribió, haciendo referencia inmediata a la comunidad LGBTTTI; entendiendo su punto  (exclusión de algunos de los propios sectores de la comunidad entre ellos mismos y con el resto de la población) nada falso y muy marcado en la película que vi como potencial barrera a vencer desde esos tiempos, lo único que me causó la inquietud  que me hizo entrar en debate con él fue la Teoría matemática de los Conjuntos, la cual podría estar contradiciendo, pues pertenecer a una comunidad, un subconjunto contenido en la totalidad, no te excluye automáticamente de la misma, además de que, ya en el ámbito social, eres más apegado a unos grupos que a otros sin necesidad de excluirte a ti mismo como él pretendía en su estado. Por lo tanto ¿qué es la totalidad si no una unión (entendida como suma) de las comunidades?

Mis argumentos y posteriores jugarretas (siempre me ha gustado el debate picante en contrapuntos, desde luego, sin caer en insultos) hicieron darme cuenta que mi buen amigo no asimila que estén en desacuerdo con sus ideas, no lo culpo, a todos nos pasa, es propio de los seres humanos demorar un poco (o mucho) en que aceptemos la posibilidad de estar equivocados sobre lo que observamos, entendiendo la postura de los otros antes de intentar cambiarla, por ello, esa es la parte del verbo "creer" que más me gusta emplear, no la vinculada con la fe, sino la enfocada en la duda, puede ser que no tenga razón y no por eso me sentiré fracasado ni derrotado.


Por lo tanto, yo creo que películas como PRIDE me dan la razón e incluso, me ofrecen una visión más ambiciosa de algo que, si se dio en Europa en los ochentas, es cuestión de tiempo e iniciativas para que en México también se ponga en práctica: la unión de las comunidades no sólo conforma, sino que es capaz de mejorar, transformar, y dignamente superar, la totalidad.

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