"No le reconozco, me dijo el doctor,
pues no sé dónde va usted a parar,
si hasta su sombra ha empezado a cambiar
y en el caos no hay error... Eso me dijo el doctor."
Y una noche, hace poco más de un mes, se me ocurre escribirle:
-¿Cómo has estado? Estoy muy contento de saludarte.-
-¡Hola! Bien, gracias, todo tranquilo, con familia, pareja y trabajo-
-¿Pareja? Hey! Muchas felicidades, me da gusto que estrenes noviazgo.-
-¿Estrenar? No, si ya llevamos cerca de cinco meses juntos, ya te había dicho ¿o no?-
Mi respuesta interna a tu pregunta
-pensé- era un rotundo "no", conociendo mi natural estado de distracción podría ser un "no recuerdo que me dijeras" ¿pero cómo lo olvidaría? Si hace mucho menos de cinco meses estuvimos juntos, intimamos ¡y de qué manera nos entregamos! Rayos, de haber sabido que tenías pareja, no me hubiera animado, "no hagas a otros lo que para ti no deseas" hubiera sido mi argumento para resistirme a tu frenético y estimulante encuentro. A lo que, después de tanto pensarlo, respondí:
-Tal vez me lo mencionaste, seguro lo olvidé y hoy me toma por sorpresa, reitero que me da mucho gusto por ti.
-Gracias, de hecho está conmigo en este momento.
-Ah muy bien! Bueno, no deseo interrumpir su tiempo de calidad, ¡pásenla genial!-
No, no moría de celos, juro solemnemente que no fui hipócrita al respecto, ciertamente nuestra historia es breve y partió de un primer encuentro casual, seguido de otros más causales, sin aspiración a una relación formal.
A estas alturas, ni siquiera me atrevería a envidiar ese noviazgo, ¿le han 'puesto el cuerno' conmigo? ¿o qué tan abierta es su relación?
Transcurrió alrededor de media hora mientras yo proseguía, en casa, con mis tareas en el habitual ritmo de la noche, hasta que recibí un nuevo mensaje suyo.
-¿Hace cuánto que no te veo?-
Después de hacer cuentas mentales, respondí.
-Tiene alrededor de un mes, ¿recuerdas? Cuando salí de la tienda de discos nos encontramos y la pasamos excelente esa noche.-
Intentó hacerme la plática, no obstante, paré en seco sus intenciones preguntándole si su pareja seguía allí, cuando contestó que sí, pero que no había problema, no me dejó convencido. Sobre todo al recordar lo molesto que resulta ver que quien te acompaña se enfrasca en una conversación a través de su celular dejándote en incómodo soliloquio, por lo que, haciendo un poco de empatía con la desconocida pareja, le escribí que mejor la charla la dejábamos para una próxima ocasión, que disfrutara el tiempo en pareja.
Su respuesta me dejó boquiabierto:
-¿No te gustaría acompañarnos? Los tres la pasaríamos muy bien, dice que quiere conocerte.-
No era difícil adivinar en qué podría terminar el asunto, inusual en mis andanzas, eso lo volvía más que tentador.
Pero no iba a ser posible, aún estando perfectamente convencido de querer ser el tercero en la orden, recuerdo que era noche de domingo y no tenía coartada hábil para salir de casa sin preocupar a nadie.
-No me será posible, disculpa.
Y la insistencia perduró un buen rato más, elevando el tono y la temperatura de la conversación, soltando las riendas de la imaginación para darle júbilo a lo que podría ser real. No obstante, opté por no ceder, no es la clase de decisiones que quisiera tomar así, al vapor. Recuerdo que logró transmitir un poco de desesperación al no ver cumplido su cometido, deseándole buena noche para ambos, me dispuse a dormir.
Típico, una propuesta de tal magnitud iba a tener sitio en mis sueños. La idea comenzaba a ganar fuerza ¿por qué no? Si hay consenso y la relación había llevado ese conducto, ¿cuál es el inconveniente? Sentía cierta desventaja al no conocer a la pareja en cuestión, gracias a la vía multimedia, seguramente no era recíproca la situación: ya me conocían.
Desafortunadamente, ese castillo en el aire se vio sacudido por las ventiscas que generaron los mensajes del día siguiente:
"Hola. Quisiera disculparme por lo que pasó ayer, debes saber que quien escribía lo último fue mi pareja, y bueno, ya te imaginarás cómo se puso. Creo que deberíamos ser más discretos con estos asuntos. Que tengas un buen día."
... Oh, vaya.
Tardé mucho en responder aquello, mientras analizaba la situación, un tanto alterado ¿cómo rayos iba a saberlo? Si fuera más perspicaz, me habría dado cuenta de que su estilo al escribir había diferido un poco esa noche de como solía acostumbrar, ¿conversaciones cálidas? Más de una vez las hemos tenido, ¿por qué me pide ser discreto cuando no fui yo quien descuidó la conversación?
Pensando en el siguiente como mi último mensaje, simplemente afirmé que lamentaba mucho el problema en el que se encontraba, sin embargo, no me sentía responsable de haberlo generado, esperando que su altercado se supere de la mejor manera, yo me despedía, pues mi finalidad no ha sido buscar problemas ni enemistades.
Qué complicado asunto, no sabía si sentirme preocupado por su tranquilidad e incluso por la mía, o sentirme molesto por estar inmiscuido en un problema que estrictamente no me correspondía, también me sentía tonto, por no haberme cerciorado antes de que la soltería era una virtud compartida en nuestros encuentros.
Y yo que ya no estaba para sorpresas, respondió tiempo después a mi mensaje:
"Es verdad, debí tener más cautela y siento no haberte dicho, al parecer, que tenía pareja. Lo bueno es que ya lo solucionamos, y sigue la idea del trío en pie, piénsalo y me dices, ¿va?"
'¿Ahora cómo voy a saber quién demonios está escribiendo?' Fue lo primero que pensé, en lugar de considerar directamente la iniciativa, me vi más envuelto en suspicacia y evité mostrar entusiasmo alguno porque, de hecho, no lo tenía. Por otra parte tampoco quería transmitir paranoia, con un "lo pensaré" puse fin a la extraña charla, y tratando de no cumplir con lo afirmado, regresé a mis labores rutinarias.
Pero finalmente, en un momento de nula resistencia, lo pensé:
Una fantasía clásica, controvertida para el estereotipo dicotómico del amor y el deseo sólo concebibles en pareja para muchas religiones y códigos morales. Muchos saben lo que pienso al respecto de esas imposiciones, en general, las rechazo: siempre que sea con protección, en realidad esta práctica no daña a nadie, y satisface a todos los involucrados. Pero en esta situación en particular, con esta pareja que encontré, ¿puedo estar seguro de eso?
He pensado que lo único que no se vale en la sexualidad es ir contra la voluntad de tu semejante, de ahí en fuera, la vía del hedonismo abre muchas puertas y tumba bastantes paradigmas, forma parte de conocerte a ti mismo, el misticismo de los placeres explorando nuevos potenciales, y siempre que eso no motive ansiedades y obsesiones, puede hasta resultar una parte funcional del equilibrio personal.
Concluí que mi posible respuesta sería un "sí, pero no ahora". Deben asegurarme que ya arreglaron sus problemas para que esto no sea motivo de afrenta, lo cual creo dificil pues de estar en su lugar mi orgullo mandaría a ambos por un tubo, es casi un "nunca", pero sé que es lo mejor, aguardar sin precipitarse... Por otra parte resonaba en mi cabeza los versos de Radio Futura:
"La cosa pierde color
Cuando la piensas dos veces
Y más dispuesto pareces
A pensar en lo peor."
Cuando la piensas dos veces
Y más dispuesto pareces
A pensar en lo peor."
Platiqué con un amigo al respecto, de quien tengo sabido, por sus propias experiencias, que ya ha realizado esta práctica, hice hincapié en el hecho de que el desconocer a la pareja en cuestión representaba una desventaja para mí.
-No debería serlo -me explicó- de hecho ese es prácticamente uno de los rasgos más esenciales en un trío, el misterio de no conocer a la otra persona, simplemente enfocarte en hacerse sentir bien en ese momento, más que en entrar a fondo en sus vidas-
Sigo dudándolo, debo admitir que una de mis debilidades es aferrarme a la sensación de tener el control, esto podría resultar demasiado aleatorio para mí. No me convence del todo.
Tres semanas después, sin comunicación al respecto, quien me propuso el trío volvió a escribirme: un saludo cordial, una charla tranquila, resulta que era su cumpleaños y le esperaba un día para disfrutarse en casa, así hasta llegar al 'plato fuerte' de la conversación:
"¿Y qué has pensado de lo que te comenté?"
Le respondí lo que había analizado al respecto. Pero me respondió que no había motivos de preocupación, pero que en fin, sería en el mejor momento.
Proseguimos hasta la siguiente pregunta esperada:
"¿no te gustaría venir a darme mi abrazo?"
Algo me decía que este año iba a ser su cumpleaños dos o tal vez más veces... Pero esta vez yo sí tenía coartada, y las ganas no faltaban, contando las semanas ya hacía un muy largo rato desde que nos habíamos encontrado por última ocasión.
-Me parece justo, nos vemos al rato para tu abrazo.-
"Si en el árbol del bien y del mal
Eres fruta prohibida tú,
no me juegues una mala partida,
yo mordí por instinto animal."
Eres fruta prohibida tú,
no me juegues una mala partida,
yo mordí por instinto animal."
Todos, incluso yo en ese momento, veíamos venir la siguiente parte de este relato. Así es, su pareja estaba allí, y el trío estaba listo.
-¿Has hecho esto antes?- Le pregunté.
-Sí, pero hace ya mucho tiempo.- ¿Tú?
-No.-
-Muy bien, relájate y prepárate, la pasaremos bien.-
(Freno de mano)
Antes de hacer de este relato algo más censurable de lo que ya podría ser, ahorraré detalles externos para concentrarme en los internos durante el acto. Lo siento, lo siento, no aspiro a Marqués de Sade, ni siquiera a E.L. James, así que, aquí vamos:
Mi cabeza era un desastre, debía ser muy ingenuo si no me esperaba algo así, pero la parte de mí que, como antes mencioné, es aficionada del control, estaba realmente enfadada, a tal grado que me impedía ese estado de relajación necesario para actuar con más determinación en la búsqueda del placer. Por otra parte, aún más desafortunado el hecho de que su pareja, recién conocida, no me atraía en lo más mínimo, simplemente no había compatibilidad... rayos, es la primera vez que estoy compartiendo intimidad con alguien que no me gusta, eso es un poco triste, pero entonces luché por no hacerlo evidente, casi no lo logré, además de lo que en el pasado sucedió con su enojo aparente... ¡Cielos! Temí quedarles mal con esto, y podría ser muy decepcionante, se notaba que la pasaban bien, a mí me costó acoplarme, y seguramente me delaté por lo menos en algún momento, mientras cedes la batuta al cuerpo, la mente no debería trabajar demasiado, eso afecta al rendimiento ¡en qué me metí!
Pero bueno, no todo fue atroz, quienes han vivido su sexualidad en su andar por la vida, conocen que los verdaderos finales felices se dan en la intimidad. El estallido se dio para los tres, y eso me pareció un éxito, sobre todo porque esa solemne descarga precisamente indicaba el final.
Una breve charla me hizo darme cuenta de que no conocíamos los nombres de todos; hey, jejeje, rompimos algunas reglas de etiqueta esa tarde. Eso me hizo recordar un chiste que luego les conté, es la broma irónica de los encuentros casuales en el mundo, y cómo termina cada uno, la pareja improvisada, al vestirse después de consumar al acto:
En Francia, la pareja francesa suele decir: "C'était ça?" (¿Eso fue todo?)
En Estados Unidos, la pareja gringa dice: "By the way, what's your name?" (A propósito,¿cuál es tu nombre?)
Y en México, siempre se dice:"Oye, pero yo no soy así"
Rieron con ello, y aseguraron que era un gusto saber que la mojigatería no es lo nuestro, mientras yo suspiraba de alivio, no amargué la experiencia si tienen ánimo para reír de un chiste tan malo, supongo.
Una cordial despedida, el abrazo de "cumpleaños", deseándoles que continuaran divirtiéndose, y así finalmente salí del lugar en plena lluvia, relajado y con prisa por volver a casa.
Lo viví, queriendo sin querer, desafiando el hábito de planearlo, sabiendo por dentro qué me podía esperar al cruzar esa puerta. En parte, fue bueno experimentarlo, sobre todo para saber que no es exactamente mi estilo, narrándome al interior es que concluyo que la experiencia no resulta tan sencilla, hay mucho más detrás del sólo hecho de compartir. Los embrollos que hubo como precedente también influyeron en que no me dejara llevar con tanta naturalidad, pero tampoco puedo decir que no disfruté ningún instante, sólo que seguramente hay personas que lo disfrutarían más, seguimos nuestro camino y francamente no ansío un reencuentro; si bien sé que el viejo refrán "nunca digas: de esta agua no beberé" aplica en mí y en todos, vivir la experiencia me hace decir: si con dos se tiene la receta para los problemas, ¿tres?
Tres son multitud
Y una más, para el ambiente...
Carpe diem
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