Porque la semana de asueto, feliz y conveniente rezago de la religión aún mayoritaria en nuestro país sobre nuestra educación "laica", me permite seguir escribiendo en mi pequeño espacio, ¡mejor será que lo aproveche! No saldré de donde estoy en estos días así que -triste mi caso- esto es de lo más entretenido que puedo hacer.
Claro, también tengo proyectos pendientes de diversas índoles: la tiranía de quienes dejan tarea en vacaciones no tiene límites, pero la calma predecesora de las tempestades todavía me permite reservar este cómodo intervalo para seguir filosofando sobre el 'curioseo' (lo más cercano a una traducción de "Rubberneckin´"), a propósito, para quienes desconocen dicha canción del Rey Elvis, la comparto en el siguiente link, esperando así rescatarlos de su oscurantismo musical ;)
Esta vez quiero compartirles una anécdota directamente, ya la tenía muy olvidada, pero al recordarla hace poco me dí cuenta de varios significados que pasé por alto a mis 15 años. Así es, para ese entonces su servidor era seis años más joven, era menos inteligente, más arrogante (sí, se puede serlo más) y bastante más aplicado en la escuela secundaria de lo que, a distintos juicios, es ahora en la licenciatura; será por el mínimo nivel de dificultad que el nivel básico medio representó para mí, aún no había Análisis Matemático ni Diseño Muestral que me propinara los golpes de humildad que tarde o temprano tendría que recibir, está muy bien haber conocido esas palizas antes de incorporarme al campo laboral, pero eso podría ser motivación para otra entrada.
Volviendo al tema, precisamente ese rendimiento que mostré a mis quince años en el ámbito escolar me llevó a pertenecer a la escolta, y de momento nada especial sucedía, seamos honestos, visto en perspectiva, estar ahí en la escolta es una experiencia que puede ser considerada grata porque reconocieron tu aprovechamiento dándote el honor de bla bla bla... En realidad, ese 'orgullo cívico' representó poco más que perder clases a lo bestia, gastar en trajes caros que nunca volverás a usar, ver en los padres de algunos otros seleccionados la fiebre de "mamá manager de Hollywood-Broadway Región 4" (mi hij@ debe destacar a como dé lugar) y lo mejor de todo: prácticar duro para ejecutar a la semana la misma rutina que casi todos los que te rodean optan por ignorar. En fin, en su momento significó algo más, y una de las cosas más destacables dieron lugar a mi anécdota:
Por fin a la SEP se le prendió el foco, acto poco común, y organizó, mediante sus subdirecciones capitalinas, un pequeño pero especial evento reservado para los alumnos de las escoltas en cada zona. Dicho evento consistió en una plática impartida por un psicólogo especialista en el área educativa y organizacional, cuando nos llevaron a la escuela sede, nos dieron pocos detalles al respecto, y al sólo mencionar que veríamos a un psicólogo, las bromas no se hicieron esperar: "ya nos vieron todos traumados", "a ver si así te quitan lo raro", Etc. Etc. Lo cierto es que si hay algo que bien podría 'quitarme' alguna suerte de terapia conductista, entre otras cosas, es mi fobia a los estallidos pequeños: juegos pirotécnicos, globos, disparos, una olla express mal tapada (aún no conozco quién no se asuste con eso), y todo lo que pueda explotar o emitir un sonido así de seco y repentino muy cerca de mí simplemente me aterra. Veo con incredulidad a quienes son capaces de disfrutarlo -suelen ser niños los que me lo echan en cara- y aunque no llego al extremo de gritar agudo y subirme a las sillas, aumenta demasiado mi ansiedad, y lo más extraño, me pone triste, con una anormal sensación de debilidad, pues tales cambios de humor pueden darse de un segundo a otro, tampoco es que llore por el pobre globito roto, pero sí me da el "bajón" cuando estallan, por lo que prefiero evitarlos siempre que puedo.
No obstante, no se iba a tratar de conductismo alguno, como dije, el conferencista en cuestión era un psicólogo organizacional en el plano educativo, entre los amos y señores de la platiquita piadosa. Cuando llegamos y el asunto comenzó, le fue fácil romper el hielo y crear un ambiente más ameno entre todos; los alumnos fueron convocados de cinco escuelas diferentes, a lo más éramos treinta personas; sin profesores dentro de la sala, había más motivación para participar de manera sincera.
Después de un rato de charla, nos puso a ver la película "Cadena de Favores" con palomitas y todo, allí sí fue genial ser de la escolta, mientras los compañeros no invitados estaban tomando clases, nosotros nos conmovíamos con la actuación de Haley Joel Osment interpretando a aquel niño que dio muchas lecciones de vida en una historia verídica y enfrentando lo que ahora tiene la modita de llamarse "Bullying".
Después de verla, nos puso a reflexionar al respecto, dándonos la palabra, y de repente todos ya estábamos iluminados con las verdades absolutas sobre la empatía, la tolerancia, el respeto y la comprensión... Claro.
Hubo un receso breve y luego debíamos reunirnos de nuevo con él, ya muy próximos a terminar. Pero nos tenía preparada una dinámica. El psicólogo nos dio las indicaciones que iban más o menos así:
"A continuación les estoy dando a cada uno de ustedes un globo. Ínflenlo y sosténganlo bien, a falta de tiempo y porque no traje los suficientes marcadores, imagínense que están escribiendo sobre él todos sus sueños, metas, esperanzas y planes a futuro: están allí, escritos en su globo."
Acto seguido, pasó nuevamente al sitio donde cada uno se encontraba, habíamos formado un círculo dentro de la sala, indicando en voz alta:
"Ahora les reparto un filoso palillo de madera, todos tendrán el suyo, cuando termine, tienen un minuto. ¿Están listos?"
Todos menos yo lo estaban. Y una vez que todos teníamos un palillo en la mano, comenzó el minuto más patéticamente largo que he vivido. Recuerdo que lo primero que hice fue romper ese palillo y guardármelo en la bolsa para evitar accidentes que me asustarían más a mí que al dueño del globo reventado, mientras se armaba el alboroto en aquella sala: todos correteándose entre gritos y risas con el palillo en mano, apuntando a los globos de los demás, había estallidos por doquier y ahí estaba yo, petrificado y lívido, cómo hubiera querido salir de allí, pero iba a ser sólo un minuto y no quería alterar la dinámica.
Sin embargo, la mirada de un compañero hacia mi globo intacto fue la ruina; venía directo hacia mí antes de que acabara el tiempo y con el palillo de madera dispuesto a destrozar... Sólo pude pensar en lo ridículamente difícil que resultaría tener el control si el globo estallaba en mi mano, y entonces simplemente lo solté, lejos del compañero atacante y cerca de otro que terminó reventándolo. El psicólogo determinó que el minuto había acabado, hubo muy pocos quienes lograron mantener su globo intacto, ¿habían ganado o algo así? Supongo que allí nos percatamos de que no teníamos ni idea de qué iba la cosa en realidad. Nuestras dudas quedaron atrás con sus palabras:
No sé qué tan profunda resultó esa reflexión para los demás, para mí, en su momento, quizá se vio ofuscada por mis cobardías, incluso el psicólogo reparó en mí al verme un poco pálido, concluyó con más de sus alentadoras palabras sobre el poder interior y el compromiso por mejorar en conjunto... Pero ha sido hasta hace muy poco, cuando una persona y una canción desenterraron esta remembranza de mis recuerdos, que me dí cuenta de cuán efectiva resultó la dinámica y de lo alarmantes que pueden ser mis conclusiones al respecto:
¿Dejé ir mis sueños y esperanzas por miedo?
¿Cuántos objetos puntiagudos me he encontrado ya? Personas que juraron hacer todo lo posible por hundirme, pruebas familiares difíciles tales como enfermedades y distanciamientos, llegar a pensar en que no podré llenar el perfil que mi profesión pide, maximizar los fracasos, no encontrar la aceptación o el amor. Y de momento sigo adelante, seguimos adelante ¿verdad que sí? con nuestro globo en la mano, cada vez más cerca de su metamorfosis: de un cuerpo delicado a nuestro presente. Habrá muchos más alfileres y palillos en manos de quienes consideren divertido destruir... Unirme a ellos no es mi idea, pero tampoco lo será rendirme ante la fobia de escuchar el estruendo, no será así, no sólo hay ideas en ese globo, hay gente que confía en mí, un destino conducido por la fe, y no pienso defraudarlos.
*Telón*
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NOTAS AL PIE:
Gran amiga y alter ego Thelma, gracias, por que de ti aprendí el nombre de la fobia en cuestión y aún recuerdo ese momento, me complace tu visita, espero plasmar en palabras un poco de lo que tú logras plasmar y transmitir con la fotografía.
La "tosca fiera herida" de la entrada anterior fue quien me hizo recordar esta anécdota, al profesar la psicología organizacional especializada en coaching. Sólo para sentirme bien conmigo mismo, hago mención de ello. En favorable proceso rumbo al "sin resentimientos", doy crédito a su inspiración.
La canción es esta: "Hermit the frog" de la histriónica Marina & the Diamonds (The Familiy Jewels, 2010), el verso que apunta "I broke my glass balloon, I let go my glass balloon" me provocó tal Déjà vu... También es, debo reconocer, una formidable banda sonora para el resto de mis entradas anteriores, ojalá les guste tanto como a mí:
Carpe diem
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