domingo, 29 de marzo de 2015

"LOS ENMASCARADOS SIN ROSTRO"... Y YO


La ironía de encontrar intimidad en un sitio con acceso mundial tal y como lo es un Blog... Me agrada la idea, peores cosas he hecho, y tal vez esas cosas se me ocurra compartir con bombo y platillo a quienes gusten leerme, todo está en ir asumiendo dicha postura de escritor furtivo, explorando la versatilidad de mi entorno: emociones, sensaciones, decepciones, arrebatos y reflexiones... Puede haber todo y nada a la vez.

Con empeño escribiré a quienes me conocen, a quienes no me conocen, y a quienes creen conocerme; quizá después de toda esta labor de re-conocimiento, quien termine desconociéndose sea su servidor; en fin, ya tendré tiempo de encontrarme para perderme de nuevo.          

Escribir me gusta, al grado de apasionarme y de impregnarle tanto estilo propio como narcisismo agudo en aquello que escribo, es un placer e ir aprendiendo a hacerlo mejor cada vez, hace que dicho placer suba más y más, desbordando el calor convertido en letras conspiradoras de la mente para desatar imágenes y desafiar sensibilidades de manera obligada.

Otro de mis grandes gustos es el estudio de la matemática, tengo el privilegio de analizarla en su más pura y teórica expresión. Una de sus muchas enseñanzas consiste en que no puedes decirte capaz de conocer algo si ignoras su definición, alguna equivalencia y su representación; debes saber definirlo, e intentando aplicar este pensamiento en la humanidad, debería comenzar conmigo mismo:



¿qué me define? ¿Cómo soy? Alguien raro, distraído, despistado, ególatra, voluntarioso, dedicado,  obsesivo, asertivo, amigable, líder,  cortés, espontáneo, introvertido, ácido, dramático, histriónico; y a esto añado la involuntaria capacidad de contrastar por momentos los rasgos de mi personalidad antes descritos: un ser potencialmente contradictorio, en gran medida incoherente, con la humildad de saberme con mucho por aprender en diversos aspectos de la vida, y con el orgullo de considerarme poseedor de un trayecto virtuoso en la misma.

Muchos dicen "me rehuso a usar etiquetas, yo no juzgo" y casi puedo asegurarles que son los primeros en hacerlo, empezando por ellos mismos; prefiero no -volver a- jugar a la doble moral, los adjetivos anteriores no terminan de describirme y me alegra que no lo hagan, pero abarcan tanto que sería mentira el negarlo. Lo mismo ocurre con todos los seres humanos, al menos los que he visto: juicios y etiquetas, no los modelan por completo "no somos tan simples" pero nadie dejará de usarlos, todos vivimos siendo juzgados, y ya sea en mayor o ínfima medida, hay razón en el juicio de cada quién, y si todo se reduce a unos cuantos adjetivos, entonces "no somos tan complicados". Más aún reconociendo el popular arte de las máscaras entre las personas: desde el empobrecido y mediocre fingimiento, hasta la magistral y soberbia interpretación, ante ese monstruo llamado sociedad.



¿Qué quiere la sociedad de mí? Quiere a varias personas, no sólo a una, "roles sociales" los llaman. Ustedes saben: un hijo de familia, de quien lo más aceptable sería que a futuro forme una nueva; un estudiante destacado, o cualquier estudiante, total, con que parezca que hagas algo es suficiente a corto plazo; un trabajador incansable y ejemplar, si acaso encuentra trabajo; y aparte, un consumidor, en toda la extensión de la palabra, que nació para sus consumos y morirá por los mismos. Y después de todos estos roles, de todas estas máscaras, ¿dónde queda nuestro propio rostro? "Debajo de ellas, tonto" dirán. Pero, una vez acostumbrados a ser cubiertos por la apariencia ¿pueden mostrar su rostro sin ellas?
La respuesta, dada por la experiencia, es  "no". No es tan fácil, te sientes vulnerable, tus máscaras se han vuelto escudos y temes salir herido. Pero no todo está perdido para los "humanos sin cara" que nuestro modus vivendi hace de nosotros mismos; hay dos factores que desafían esa zona de confort por el bien de nuestros sentidos:



1) Personas que no teman despojarte de las máscaras que lleves puestas,  motivadas por la confianza, la amistad, el amor, o simple insistencia (¿a quién no llega a gustarle ser objeto de interés de alguien más, aunque detrás de su interés no haya algo mejor?). Hay que reconocer que es casi imposible mostrar el rostro real por voluntad propia, que alguien te haga hacerlo es porque supo conocer los nudos que atan cada careta a nuestros cráneos, para ir suavizando las ataduras requieres tiempo y  paciencia, pero lo mejor es cuando te dejas ver por primera vez y la persona, antes de dejarse llevar por la decepción, se adentra en su observación, y ahí comienza a ser genuino el poder decir "te conozco"...Yo también he quitado máscaras y entiendo las dificultades, muchas veces dan ganas de huir despavoridos ante lo que encontramos, pero insisto, quizá valga la pena ser paciente y resistir, no siempre sabes cuándo terminan las máscaras y empieza el rostro verdadero, es fácil ser engañado por eso.

Las extremadamente pocas personas que me han quitado mis máscaras al menos un instante, se han convertido en seres importantes para mí, me han ayudado a saber qué se siente estar libre, una máscara pesa, al cabo de un rato te cuesta respirar con ella puesta, y por muy buena que sea, cuando te la retiran, por más miedo que tengas de lo que pueda pasar, por más que esos miedos se vuelvan realidad, sentir alivio es inevitable, terminas agradeciéndolo, sin importar que esa persona no haya sabido acostumbrarse a verte como nunca antes lo había hecho y haya decidido alejarse sin desear comprender la abstracción del lienzo en tu faz.

y 2) A veces no son sólo personas, son situaciones en la vida, casi siempre las más extremas y radicales, aquellas que te recuerdan lo frágil que es, o lo realmente dura que se puede tornar, las que sí logran que tú mismo te despojes de disfraces, en momentos como esos ¿de qué te sirven? Vas a enfrentarlos a cara limpia o invariablemente mostrarás evasión, y la lucha se habrá perdido antes de empezar. La sensación de gratitud ante tal experiencia, aún enmedio de la oscuridad, se hace presente, en primera instancia no se entiende, pero existe y es de lo más valiosa.

Por tal motivo, mi andar por la vida encuentra una de sus mayores motivaciones en el hecho de salir con mis mejores y más pulidas máscaras, esperando ser encontrado por alguien o algo que sepa no sólo ver a través de ellas, sino que aprenda a quitarlas o que me impulse a hacerlo. Y a su vez, espero ser yo ese alguien para ciertos enmascarados cuyo vínculo y acercamiento me brinde luz verde para intentarlo, no me interesa hacerlo de forma masiva, dejaría de ser especial y la verdad sí existe gente tan a gusto con sus apariencias que no despiertan la más mínima curiosidad por culpa de las barreras de su superficialidad, pero si he podido acercarme a ti, déjame intentarlo y dejaré que lo intentes, quiero que, por al menos una vez, los aires de la vida rocen nuestros verdaderos rostros, las caretas seguirán ahí, la sociedad las exige y te hacen ganar dentro de ella si las sabes utilizar, pero en nuestro pequeño escondite de todo este sistema, quiero verte libre para mostrarme la luz y sombra en tu semblante auténtico, quiero sentirme libre al mostrarme así contigo, expuesto, pero a salvo. Las etiquetas y apariencias se quedan afuera, aquí dentro ¿qué somos? Somos lo que somos, no quienes aparentamos ser, y anhelo el privilegio de presenciarlo.  

Adelante, tenemos una vida para lograrlo, venciendo los temores que se presenten y corriendo los riesgos que merezcan correrse. Así, una vez que veamos nuestro rostro real, dejaré de pensar que bastan algunos adjetivos para describirnos, porque esa faz conecta directamente con el alma, y allí comienza la indescriptible infinidad.





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