Recuentos por aquí y por allá, mi modesto y algo empolvado blog no podía quedarse atrás. Asuntos de mi pequeña historia, algunos trastocados por eventos que a muchos nos afectaron lo convirtieron, entre otros, en un año muy difícil, al menos esa es la opinión compartida para resumirlo. Debo admitir que, en lo que mi breve existencia recuerda, nunca antes había deseado tanto que un año llegara a su fin. Sin embargo, cerrar de esa forma es demeritar momentos, decisiones y personas maravillosas que encontré dentro de esta vuelta arbitraria de la Tierra en torno al Sol y que trajeron valor a mi pequeña historia.
De tal manera que comenzaré con los golpes del 2017 para terminar con sus caricias, en un acto semejante al que ejerce quien popularmente elige la mala noticia primero para después escuchar la buena.
Dos mujeres cercanas a mi vida, que a mi familia impregnaron de su esencia y convivencia, partieron este año. Mi bisabuela, a quien desde que tengo memoria llamamos Mamá Luz, falleció en abril, y en noviembre mi tía Liz se reunió con su abuela. Esta noche no estarán ellas cenando con nosotros como cada año lo hacían y aunque la sentencia a veces fría de "la vida sigue" nos mueve a continuar, hay momentos donde se torna duro asimilarlo, donde es inevitable sentirse inmerso en el duelo y la nostalgia. Las extrañaré mucho y me queda acompañar en el dolor a quienes más lo están sintiendo.
No intento jerarquizar sufrimientos, pero quien lo ha vivido me entenderá cuán diferente es aceptar la partida del ser querido que terminó un ciclo de vida y que en su longevidad tuvo años de fortaleza, respecto de quien no alcanzó dicha etapa. Mi tía era joven y una enfermedad crónica le significó una amarga y dolorosa lucha este año; sobre el arduo y tristemente frustrado deseo de verla recuperada, yacía la resignación de saber que su sufrir había terminado. Mientras tanto, la tía abuela está atravesando la indescriptible experiencia de perder físicamente a su madre y su hija; mi mamá y su hermana extrañan a quien en vida fue su mejor amiga, quedando mi madre con una salud deteriorada. Desde luego, han sido más los factores que afectaron a mamá durante este año, pero la batalla se ha vuelto más dura con todos los sucesos que mermaron la tranquilidad de la familia.
La hipertensión crónica de mi lideresa la hace sentir como si llevara una bomba: un movimiento en falso, imperceptible en ocasiones, puede hacerla detonar. Suena simple pero cambia la vida de manera radical porque esa bomba se lleva a diario. Mi variable empatía ha hecho que en algunos momentos de estrés termine chocando con la dura realidad; francamente no es nada sencillo dar lo mejor de ti en tiempos de batalla, cuando por más que te esfuerzas no parece haber resultado. Por supuesto, claudicar no es opción, no con amor de por medio.
¿Qué más decir del sismo del 19 de septiembre? Su servidor andaba por las calles del sur de la ciudad cuando dio la 1:14 pm. Regresar a casa me tomó el triple del tiempo que usualmente me toma y debo admitir que corrí con mucha suerte. La redistribución del transporte me hizo esquivar todas las zonas de desastre, eso hubiera agravado el nuevo significado que en esas horas de camino descubrí de la palabra "angustia". Llegando a casa mi familia, ilesa, me dio un abrazo entre lágrimas pues no habíamos logrado comunicarnos. Jamás olvidaré ese abrazo.
Los días siguientes fueron de centros de acopio, conseguir material de rescate y presionar a las autoridades educativas de no precipitar el regreso a clases en una ciudad colapsada y con la tristeza de quienes no pudieron contarlo. La consecuencia de esta presión es que yo aún no termino por completo el semestre, pero luego de presenciar y formar parte de esa solidaridad imprevista de la sociedad civil ante una tragedia de esta magnitud, lo demás es lo de menos.
Lo cierto es que todos mis conocidos quedamos alterados, el menor ruido semejante a la alerta sísmica y desalojamos como nunca antes. El riesgo real siempre estuvo allí, desde la ciencia hemos obtenido explicaciones a esto, sólo que ahora sí se ha hecho parte de nuestras vidas en quienes no estuvimos en el terremoto del 85, y en quienes sí, la memoria se fortaleció.
Mi entrada anterior fue sobre cómo quedé fuera de un proyecto de trabajo, este último semestre entré en un colegio a dar clases y ese cambio fue una decisión formidable. Me siento feliz en el nuevo ambiente de trabajo y forjando mis primeros pasos como titular; aunque, por supuesto, el drama no podía faltar. Tengo un ultimátum de titulación y los golpes del año hicieron retrasar el desarrollo de mi tesis, de pronto la gestación de la misma se volvió un "embarazo de alto riesgo", afortunadamente este breve período vacacional me ha servido para avanzar mucho y espero parir mi tesis en cuestión de semanas. Sigue en juego la permanencia, pero mi asesora y mis candidatos a sinodales se han mostrado gratamente comprensivos conmigo; ya les avisaré en qué acaba mi trabajonovela.
Otra gran aventura este año fue mi segundo servicio social: un diplomado dirigido a maestros de primaria e impartido por científicos para generar herramientas didácticas interesantes. Más allá de eso, se convirtió en un lugar para estrechar lazos y compartir vivencias con seres excepcionales. Fui muy feliz de apoyar a esos profes y a mi ponente. Sobrellevamos los tiempos de crisis y algunas desavenencias; nuevamente la bendición de hacer lo que te apasiona venció cada obstáculo y creó la más bella de las fraternidades. Con ellos me fui de campamento organizado por el mismo diplomado, y fue una experiencia inolvidable. Antes de esos días de agosto conviviendo con la naturaleza, me pensé incapaz de hacer actividades como rappel, escalada y tirolesa, no sólo logré dejar atrás aquella idea, sino que lo hice con el maravilloso paisaje volcánico de Tlaxcala como testigo. Además de que sin duda hubo aprendizajes de todo tipo en dicha travesía, por encima incluso de la superación física.
Llegado a este punto debo recordar lo eternamente agradecido que estoy con Kuri, quien ha sido para mí mucho más que mi jefa y mentora. Se ha vuelto mi confidente más cercana y el vínculo que nos hace formar equipo nos nutre de gran manera. Gracias a ella el diplomado, el colegio y la ayudantía llegaron a mi vida ubicándome en el punto donde mi realización profesional y personal son prometedoras.
Como es posible notarlo, fui entrando en lo positivo de mi año, sólo que no he hablado de su más sublime caricia. El amor me encontró y con alegría he compartido diez fabulosos meses llenos de probaditas de eternidad, sueños y realidades que nos unen más y más. Mi Tambor, mi NeAn, me ha acompañado en cada faceta que he relatado en esta entrada. Tampoco su año fue fácil, sufrimos juntos la partida de seres queridos y cada beso entre lágrimas nos ha hecho admirar la fuerza con la que este amor se construye. Tenemos el entusiasmo de continuar juntos; a lado suyo soy yo mismo, y sé que en mí encuentra un hogar, eso nos brinda las mejores expectativas hacia un nuevo período y como debe ser, será.
Ese fue mi 2017, y esta es una noche diferente con sentimientos encontrados. Sin embargo, a mí y a muchos nos queda la esperanza de tomar la energía necesaria para hacer frente a todo lo que en 2018 espera por nosotros. Siguiendo, no por inercia, sino por convicción, por amor.
Felices fiestas y profundas reflexiones, les dejo la canción que ha descrito mi año.
Gracias por seguir.
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