domingo, 31 de diciembre de 2017

GOLPES Y CARICIAS DEL 2017

 Recuentos por aquí y por allá, mi modesto y algo empolvado blog no podía quedarse atrás. Asuntos de mi pequeña historia, algunos trastocados por eventos que a muchos nos afectaron lo convirtieron, entre otros, en un año muy difícil, al menos esa es la opinión compartida para resumirlo. Debo admitir que, en lo que mi breve existencia recuerda, nunca antes había deseado tanto que un año llegara a su fin. Sin embargo, cerrar de esa forma es demeritar momentos, decisiones y personas maravillosas que encontré dentro de esta vuelta arbitraria de la Tierra en torno al Sol y que trajeron valor a mi pequeña historia.



De tal manera que comenzaré con los golpes del 2017 para terminar con sus caricias, en un acto semejante al que ejerce quien popularmente elige la mala noticia primero para después escuchar la buena.

Dos mujeres cercanas a mi vida, que a mi familia impregnaron de su esencia y convivencia, partieron este año. Mi bisabuela, a quien desde que tengo memoria llamamos Mamá Luz, falleció en abril, y en noviembre mi tía Liz se reunió con su abuela. Esta noche no estarán ellas cenando con nosotros como cada año lo hacían y aunque la sentencia a veces fría de "la vida sigue" nos mueve a continuar, hay momentos donde se torna duro asimilarlo, donde es inevitable sentirse inmerso en el duelo y la nostalgia. Las extrañaré mucho y me queda acompañar en el dolor a quienes más lo están sintiendo. 

No intento jerarquizar sufrimientos, pero quien lo ha vivido me entenderá cuán diferente es aceptar la partida del ser querido que terminó un ciclo de vida y que en su longevidad tuvo años de fortaleza, respecto de quien no alcanzó dicha etapa. Mi tía era joven y una enfermedad crónica le significó una amarga y dolorosa lucha este año; sobre el arduo y tristemente frustrado deseo de verla recuperada, yacía la resignación de saber que su sufrir había terminado. Mientras tanto, la tía abuela está atravesando la indescriptible experiencia de perder físicamente a su madre y su hija; mi mamá y su hermana extrañan a quien en vida fue su mejor amiga, quedando mi madre con una salud deteriorada. Desde luego, han sido más los factores que afectaron a mamá durante este año, pero la batalla se ha vuelto más dura con todos los sucesos que mermaron la tranquilidad de la familia.


La hipertensión crónica de mi lideresa la hace sentir como si llevara una bomba: un movimiento en falso, imperceptible en ocasiones, puede hacerla detonar. Suena simple pero cambia la vida de manera radical porque esa bomba se lleva a diario. Mi variable empatía ha hecho que en algunos momentos de estrés termine chocando con la dura realidad; francamente no es nada sencillo dar lo mejor de ti en tiempos de batalla, cuando por más que te esfuerzas no parece haber resultado. Por supuesto, claudicar no es opción, no con amor de por medio.

¿Qué más decir del sismo del 19 de septiembre? Su servidor andaba por las calles del sur de la ciudad cuando dio la 1:14 pm. Regresar a casa me tomó el triple del tiempo que usualmente me toma y debo admitir que corrí con mucha suerte. La redistribución del transporte me hizo esquivar todas las zonas de desastre, eso hubiera agravado el nuevo significado que en esas horas de camino descubrí de la palabra "angustia". Llegando a casa mi familia, ilesa, me dio un abrazo entre lágrimas pues no habíamos logrado comunicarnos. Jamás olvidaré ese abrazo.

Los días siguientes fueron de centros de acopio, conseguir material de rescate y presionar a las autoridades educativas de no precipitar el regreso a clases en una ciudad colapsada y con la tristeza de quienes no pudieron contarlo. La consecuencia de esta presión es que yo aún no termino por completo el semestre, pero luego de presenciar y formar parte de esa solidaridad imprevista de la sociedad civil ante una tragedia de esta magnitud, lo demás es lo de menos.

Lo cierto es que todos mis conocidos quedamos alterados, el menor ruido semejante a la alerta sísmica y desalojamos como nunca antes. El riesgo real siempre estuvo allí, desde la ciencia hemos obtenido explicaciones a esto, sólo que ahora sí se ha hecho parte de nuestras vidas en quienes no estuvimos en el terremoto del 85, y en quienes sí, la memoria se fortaleció.

Mi entrada anterior fue sobre cómo quedé fuera de un proyecto de trabajo, este último semestre entré en un colegio a dar clases y ese cambio fue una decisión formidable. Me siento feliz en el nuevo ambiente de trabajo y forjando mis primeros pasos como titular; aunque, por supuesto, el drama no podía faltar. Tengo un ultimátum de titulación y los golpes del año hicieron retrasar el desarrollo de mi tesis, de pronto la gestación de la misma se volvió un "embarazo de alto riesgo", afortunadamente este breve período vacacional me ha servido para avanzar mucho y espero parir mi tesis en cuestión de semanas. Sigue en juego la permanencia, pero mi asesora y mis candidatos a sinodales se han mostrado gratamente comprensivos conmigo; ya les avisaré en qué acaba mi trabajonovela.

Otra gran aventura este año fue mi segundo servicio social: un diplomado dirigido a maestros de primaria e impartido por científicos para generar herramientas didácticas interesantes. Más allá de eso, se convirtió en un lugar para estrechar lazos y compartir vivencias con seres excepcionales. Fui muy feliz de apoyar a esos profes y a mi ponente. Sobrellevamos los tiempos de crisis y algunas desavenencias; nuevamente la bendición de hacer lo que te apasiona venció cada obstáculo y creó la más bella de las fraternidades. Con ellos me fui de campamento organizado por el mismo diplomado, y fue una experiencia inolvidable. Antes de esos días de agosto conviviendo con la naturaleza, me pensé incapaz de hacer actividades como rappel, escalada y tirolesa, no sólo logré dejar atrás aquella idea, sino que lo hice con el maravilloso paisaje volcánico de Tlaxcala como testigo. Además de que sin duda hubo aprendizajes de todo tipo en dicha travesía, por encima incluso de la superación física. 

Llegado a este punto debo recordar lo eternamente agradecido que estoy con Kuri, quien ha sido para mí mucho más que mi jefa  y mentora. Se ha vuelto mi confidente más cercana y el vínculo que nos hace formar equipo nos nutre de gran manera. Gracias a ella el diplomado, el colegio y la ayudantía llegaron a mi vida ubicándome en el punto donde mi realización profesional y personal son prometedoras.

Como es posible notarlo, fui entrando en lo positivo de mi año, sólo que no he hablado de su más sublime caricia. El amor me encontró y con alegría he compartido diez fabulosos meses llenos de probaditas de eternidad, sueños y realidades que nos unen más y más. Mi Tambor, mi NeAn, me ha acompañado en cada faceta que he relatado en esta entrada. Tampoco su año fue fácil, sufrimos juntos la partida de seres queridos y cada beso entre lágrimas nos ha hecho admirar la fuerza con la que este amor se construye. Tenemos el entusiasmo de continuar juntos; a lado suyo soy yo mismo, y sé que en mí encuentra un hogar, eso nos brinda las mejores expectativas hacia un nuevo período y como debe ser, será.

Ese fue mi 2017, y esta es una noche diferente con sentimientos encontrados. Sin embargo, a mí y a muchos nos queda la esperanza de tomar la energía necesaria para hacer frente a todo lo que en 2018 espera por nosotros. Siguiendo, no por inercia, sino por convicción, por amor.

Felices fiestas y profundas reflexiones, les dejo la canción que ha descrito mi año.


Gracias por seguir.


viernes, 30 de junio de 2017

MAQUINARIA ESTADÍSTICA

Al iniciar el año, me propuse dedicarme de lleno a escribir... Mi tesis. Esto mientras me distribuía en los distintos proyectos de estadística y enseñanza de las matemáticas en los que formo parte. Pero ya que tengo un descanso, he decidido volver aquí. Además, este año ha sido tan novedoso para mí en varios aspectos, tan sorprendente, que me siento en necesidad de compartir en mi pequeño Blog lo que hoy leerás y un poco más.

¿La tesis? Bien, ahí la llevo, pero cambiemos de tema.

Fui a la Cineteca Nacional acompañado de un ser maravilloso, a quien también querré dedicar alguna entrada posterior con todo el amor que orgullosamente le profeso. Vimos "Maquinaria Panamericana", una película mexicana cuyo valor e intensidad radican en la sencillez de su argumento, además de una ambientación de los años noventa por completo entrañable. Te reseñaré sin lujo de detalle porque realmente me gustaría que la veas, y no por la letanía pordiosera de "apoya el cine mexicano" sino porque en verdad lo vale:



Maquinaria Panamericana es una empresa que vive tiempos difíciles, sin embargo, toda la planta laboral sigue sus días con una normalidad que en un solo día se extingue, al descubrir la muerte de su director.

Las emociones que viven, las decisiones que toman y todos los secretos que sobresalen a raíz de esta situación le dan un gran poder narrativo a la cinta; en verdad me conmovió y te la recomiendo.

Un eje temático de la historia es el duelo por la pérdida, incluso hay un personaje que lo hace expositivo. Quién diría que en la semana siguiente yo terminaría experimentándolo de manera similar: perdí, por primera vez, un trabajo.

De ahí el título de esta entrada. Mi "Maquinaria Estadística", donde hice mi servicio social y permanecí como becario en un proyecto de vinculación académico-gubernamental el año pasado. Éste llegó a su fin y seguí siendo parte del equipo, durante toda esta mitad del año había estado apoyándolos sin remuneración, por amor al arte y con la esperanza puesta en seminarios y solicitudes a proyectos donde mi nombre aparecería como colaborador. Podía permitirme ese costo negativo de oportunidad mientras estudiaba mi segunda licenciatura cerca del instituto, y ahí avanzaba con mi tesis. Por otra parte, una institución de enseñanza privada me daba la oportunidad, a través de mi querida Mecenas en la facultad, de ser asesor de matemáticas, lo cual me daba cierta estabilidad como para seguir regalando tiempo y esfuerzo en la espera de nuevos planes de investigación, así es la incertidumbre habitual de un aspirante a investigador; me recuerda a los artistas independientes que incluso tienen que empezar pagando para ser promocionados y poco a poco ganar terreno.

Desafortunadamente, justo en el "arranque" de un nuevo convenio remunerado con otra institución del gobierno, al inicio de esta semana me anuncian que yo quedo fuera; pongo entre comillas "arranque" porque ya habíamos empezado a hacer entregables dos meses antes, sin saber cuándo y cómo se firmarían los convenios para la liberación de recursos, de donde saldría nuestro pago. La razón: burocracia en su máximo esplendor. Hubo una auditoría al instituto, se sancionó por no controlar horarios de entrada y salida, y bajo esta nueva condición no pude adaptarme a su horario. A partir de aquí yo bien podría ser visto como un típico millennial antihorarios de oficina, pero la realidad es que en año y medio dentro del equipo, nunca habíamos trabajado con "checador de turno"; no había necesidad, los resultados se obtenían y la iniciativa se mantuvo hasta en los períodos de mayor presión. Esto fue volver a la old school, bajo el miedo de ser flagelados por la directiva de un instituto auditado con cuentas pendientes.

Ese miedo a quedar mal con un órgano administrativo ha permeado en toda la maquinaria; con este proyecto, vigilando segundo a segundo qué información se presenta y si la producción en serie tiene a todos los obreros laborando, hemos pasado de ser una unidad académica crítica y propositiva para convertirnos en un puñado de comparsas oficialistas, agachones y complacientes... O tal vez sea una percepción producto de mi desencanto, sin embargo, el nuevo convenio no dejó de darme mala espina desde el principio.

¿Por qué no pude adaptarme y simplemente obedecer? Bueno, este otro proyecto de enseñanza me ofrece la oportunidad de trabajar como profesor titular el próximo semestre, sujeto a la condición del número de alumnos inscritos. Cuando me dieron el formato para pactar horarios los situé lo más temprano posible, con el fin de salir de allí y continuar mi jornada en el instituto. Por desgracia, con el nuevo horario impuesto no llegaba ni corriendo. "Lástima, sigue participando." No conformes con la estocada, en un aire de "ni te creas tan importante" los jefes soltaron el alegato de que el diseño muestral que propuse era insuficiente, y que ha sido necesaria la intervención de todo el equipo para arreglar mi pichicato documento. (Tsssss) En mi defensa puedo decir que, con todo lo que han pedido que se agregue, el pobre documento está dejando de ser un diseño muestral para convertirse en una bitácora operativa del instrumento de medición a aplicar; mejor dicho, un "Querido Diario" de la Encuesta, y el problema con los diarios es que revelan intimidades escandalosas, cosas que, de saberse, corren el riesgo de estropear los planes y permitir intervenciones. Allá ellos y su gusto por la cantidad sobre la calidad, nadie es indispensable, así que confío encontrarán a otro actuario que les haga ver la gravedad del problema. Ojalá sea a tiempo.

Después de la observación sobre mi último trabajo, todo se redujo a "te quedas con la maquinaria estadística o te la juegas en el proyecto de enseñanza que igual y no se arma." Debía decidir ese mismo día, sin más tiempo que perder.

Fue más fácil tomar la decisión que anunciarla. Simplemente seguí mi instinto.

Luego de externarla, el investigador titular fue muy comprensivo, ofreciéndome integrarme en futuros proyectos; no tanto así su mano derecha, y en esta última semana he sentido su mala vibra a través de correcciones y decisiones caprichosas que incluso me hacen dudar si realmente domina conceptos básicos del muestreo. Caigo en predicamentos ya que no me gustaría que el equipo sufra las consecuencias de que no sean tomadas en cuenta mis observaciones; quienes lo integran son verdaderamente buenas personas, a pesar de que esta jefa intentara ponerme en su contra, inventando que ellos alegarían por mi "horario preferencial"... Sé que miente, porque ya ha usado con otros la estrategia de "el equipo dice" compensando su falta de carácter y su exceso de hipocresía para expresar una opinión personal. He debido confrontar cuando considero sus correcciones riesgosas para el funcionamiento de la metodología, y sus reacciones sólo me han demostrado su inmadurez e ineptitud para recibir críticas. 

En fin, tal parece que es lo típico de un trabajo, sólo que lo vivo por primera vez, con toda ingenuidad, discrepancia, soberbia si quieren, ¿Por qué negarlo? Mientras tanto, esta última semana la he procurado disfrutar aún con esta serie de sinsabores. Cada vez está representando más un alivio salirme de un proyecto que me disgustaba, por más signos de pesos que tuviera en él.

Agradezco mucho la oportunidad de haber estado allí, y esto se lo debo a Paola, la compañera que confió en mis capacidades para hacerme parte del equipo. Ella, curiosamente, salió antes por circunstancias similares (mejores oportunidades cruzadas con imposibilidad de horario más una pizca de mala vibra), creo que ambos tuvimos grandes aprendizajes, principalmente el de luchar por estar donde quieres estar, haciendo lo que en verdad quieres.

Estoy en proceso de duelo, la maquinaria estadística seguirá adelante, y desde luego, yo también.

Finalizo, como es costumbre, compartiéndote una canción. La letra de Counting Stars resultó adaptarse a mi monólogo interno sobre este cambio en mi vida. 




No a la publicidad engañosa.

Bueno, ya me desahogué, a seguir curioseando.