viernes, 26 de julio de 2019

#MeNeither

A veces, cuando estoy en mi clase, y a un niño lo golpean y lo hacen llorar, yo le pregunto "¿Estás herido o te duele?" Si estás herido, te enviaré a casa, si te duele, olvídalo y sigue adelante. Tienes que averiguar si estás herida o te duele... Es el único consejo que tengo, lo uso para todo.

-Fragmento del diálogo del Instructor de artes marciales Jake y Aria Montgomery. 
Pretty Little Liars, T4 E5.


A más de uno nos han educado con premisas como "la vida está hecha de oportunidades, tú decides si las tomas o las dejas pasar", es obvio sentir que el giro de la pirinola debe llevarte al "TOMA TODO" en cada uno de esos momentos. Pero, de entrada, puede ser difícil identificarlos y una vez resuelta esa parte, desearías que fuera más sencillo simplemente lanzarte a todo lo nuevo que puede traerte dicha oportunidad, asumiendo todo aquello que se deja atrás.

También, quizá menos por su complejidad, se nos habla de la justicia como un valor que nos debe acompañar durante nuestro andar por este mundo. Hay todo un sistema que pretende impartirlo y procurarlo, ¿pero qué sucede cuando otros valores lo dejan de lado? ¿Qué se puede entender sobre el resultado de ver cómo la justicia, que se supone que iba a lado nuestro, decide o es forzada a quedarse muda, incluso dar la espalda?

La respuesta a ambas cuestiones es la misma y tiende a ser más desoladora: nada es ni será lo que parece, en situaciones importantes no contaremos con nadie más que con ese bandido pretencioso al que llamamos 'instinto'.

Aquí, con cierto velo, dejo plasmado lo que me hizo reflexionar al respecto, todo esto ha sucedido a lo largo del año, y ha sido duro, tanto, que necesito averiguar si estoy herido o sólo me duele.

Mi perspectiva sobre el trabajo al que he de dedicar mi vida es un tanto hedonista: "o me da placer, o la mando al carajo"; combinada con el ideal de "mejor gano poco pero estoy contento con lo que hago". Lo primero es algo que la misma sociedad panfletaria de la autosuperación te lo dice con ciertos eufemismos, lo segundo es desagradable a oídos pro-capitalismo. Desde antes de titularme sentí que todo marchaba muy bien por ese camino, hasta  que el golpe de cara con la realidad me hizo entender que mi situación y la de mi familia habían cambiado, que aunque la responsabilidad no es completamente mía, mientras los capitanes del barco se enfrentan entre sí con procesos legales y separación física, alguien tiene que tomar el timón o toda la tripulación se hundirá. Heme ahí, buscando opciones que mejoren la situación económica, antes mía, ahora nuestra.

Esa búsqueda se interrumpió cuando una noticia tomó por sorpresa al equipo de trabajo. Quien fuera mi mecenas, con quien había fortalecido el vínculo que nos unió de lo laboral a lo fraternal, hasta convertirse en uno de los más importantes en mi vida, dejaba el puesto por la fuerza, a raíz de una acusación por acoso hecha por una compañera de trabajo.

Tal historia deja de estar en mi terreno de lo personal, por lo cual no puedo revelar detalles, ni desarrollar todo el contexto de mi postura.

Me queda claro que el tema del acoso y hostigamiento son muy delicados, que la revictimización sigue a la orden del día y alzar la voz es un primer paso para contraatacar ante esos delitos bajo un sistema que los subestima e invisibiliza. Sin embargo, el pasar de esa concientización al "yo te creo" basándome exclusivamente en la palabra, se vuelve caldo de cultivo para encontrar distorsiones de la realidad motivadas por venganza y oportunismo. ¿Cuál de los dos casos es este? Todos tendrán su versión, siempre con menos elementos que las personas directamente involucradas, lo cual vuelve aún más turbio el panorama. 

Sólo sé, del caso particular de ellas, que tuvieron una relación hace casi dos décadas atrás y de muchos años, con los elementos que ahora está de moda llamarse 'tóxicos', sé también que terminaron contra la voluntad de quien ahora lanza la acusación y que esta persona entró a trabajar hace sólo dos años donde sabía que su ex pareja laboraba, ganándose, en su corta trayectoria dentro de ese lugar, comentarios negativos sobre su desempeño por parte de alumnos y colegas suyos. Es inevitable pensar que su objetivo más claro era entrar para sacar a su ex, dejando la formación en segundo término y argumentando que cuando esa relación empezó, existía una relación de poder que la puso en desventaja.

Realmente, luego de reflexionar qué tan complejo puede ser el juego de la confianza y la objetividad, ya no puedo decir mucho más de las personas involucradas, pero de quien sí puedo es de la institución que debió lidiar con este caso.

No hubo mediación: ni comité de ética profesional que entrara a dialogar con ambas personas, ni canal de comunicación efectivo con el sistema penal que debió figurar. Lo que hubo es miedo, mucho miedo de perder prestigio, miedo a las advertencias de la parte acusadora de hacer de esto un escándalo mediático, con la inmunidad laboral que la reviste su actual embarazo, miedo a hacer un careo para contrastar versiones, miedo porque en este movimiento de acusación anónima en redes salieron otros docentes acusados que se fueron para no volver. Miedo que paraliza, que busca la salida fácil y que pretende que todo estará bien evadiendo el problema rápido, obligando a renunciar a alguien próximo a jubilarse por algo que ni siquiera llegó a ser, por definición, una denuncia. De un mecanismo tan primitivo queda una sensación de vulnerabilidad en todos los que trabajamos allí, pues el mensaje legible de esto es que no importa si el conflicto en el que te involucren sea real o fabricado, tu lugar de trabajo se deshará de ti si supones un riesgo a su renombre mucho antes de encontrar la verdad.

De todo esto, ¿Qué parte me tocó a mí? La de seguir y sustituir. La institución no quiso revelar detalles y manejó una versión completamente ajena al problema para justificar la salida de alguien que no lo veía venir frente a sus grupos. Tocaba entonces empaquetar toda la incertidumbre, angustia y rabia en una cajita, al menos durante las clases con los grupos que ahora estaban a mi cargo hasta finalizar el semestre. De un momento a otro, esa búsqueda de empleo que había interrumpido por la noticia terrible, parecía haberse terminado con este nuevo ofrecimiento, y la consigna de mejorar mi cobertura de grupos el siguiente semestre.

Parecía que ya estaba en mis manos lo que tanto había querido. Mi búsqueda de empleo fuera del ámbito educativo había sido para mí muy melancólica y esto era "la" oportunidad de ganar más sin dejar de hacer lo que más me gusta. Pero aquella parte de mí, un tanto motivada por el orgullo, se siente asqueada porque no lo gané con mi mérito, casi le parece una "oportunidad carroña" cuyo único criterio fue tener el tiempo disponible que los demás miembros del equipo no tenían. Eso sin dejar de lado la otra parte hundida en la incertidumbre y la angustia por lo que sucedía, lo poco que se sabía y la tensión que invariablemente se había seguido sintiendo.

No sólo eran sus grupos, también era la coordinación de ese equipo la que quedaba sin titular, y para ello la propuesta no estuvo resuelta hasta el mes pasado. Mientras, otra persona del equipo, más cercana a mí en edad y proyectos donde colaboramos juntos, dudaba en ser elegida para desempeñar ese puesto y si realmente era lo que quería. Fue justo mi Mecenas quien nos acercó en principio, y con su actual ausencia que tanto nos descolocó, sentí que nos estábamos refugiando mutuamente y que podía funcionar, aún cuando mis emociones presionaban por simplemente dejarlo todo y alejarse de un ambiente laboral que, sin quedarse atrás, también se había vuelto tóxico. Hubo un punto en el que ambos dijimos "sigamos buscando por fuera mientras aguantamos aquí", las dificultades de dependencia económica son muy similares en su caso y el mío, así que hay empatía.

Lo admito, me hizo feliz saber que sí le dieron la jefatura, en el jueguito de "todo debe continuar" del que después me fui enredando. Salí en una pieza de los grupos que cubrí, pero en más de un momento sentí que no lo iba a lograr, y que sólo me mantenía por inercia. Recuerdo las mañanas en mi largo camino al trabajo, muy temprano, donde de la nada comenzaba a llorar, donde deseaba tener la cobardía (o valentía) de decir, "hoy no quiero ir, quizá mañana tampoco". Y caí en crisis, pues ¿Qué no se supone que estaba haciendo lo que me gusta? ¿Por qué lidiar con culpas ajenas si mi trabajo habla por sí solo? ¿Qué culpa tiene el alumnado de toda esta presión? Algunos de ellos reflejaron en las evaluaciones al docente que les fue inevitable verme como alguien que usurpó un puesto, claramente desprovistos de contexto, si llegan a ver esto, sepan que los entiendo a la perfección. Pero lo peor estaba por venir. Recuerdo que el himno de esos llantos y esos jueguitos de poder fue esta canción, era mi dedicatoria al lado oscuro de tan prestigiosa institución:

"Haz lo que quieras con mi mano de obra".


Yo sigo trabajando con mi Mecenas en la instancia donde originalmente nos conocimos. Se me hacía difícil sortear la comunicación sin sentir que le recordaría malos momentos del otro trabajo constantemente, pues si yo me sentí en crisis, no logro imaginar ni un ápice de cómo se ha estado sintiendo, lo ha estado manejando a base de terapia psicológica, y lo que menos quería era ser un retroceso.

 Hice mal en tener tantas reservas, pues se tradujo en aislamiento, y el aislamiento se tradujo en desconfianza. Luego sucedió un malentendido muy desafortunado respecto de cómo había justificado mi asistencia a un festejo del día del maestro al que no quería ir, odiaba legitimar el protocolo del "todo está bien". Mi nueva jefa dijo "nos lo recomienda tal orientadora educativa" y esa orientadora, cuando se enteró, afirmó: "yo nunca dije eso". Entonces pareció que todo lo había hecho yo de manera premeditada al replicar esa justificación, más para mí mismo que para mi mecenas, engañando y saliendo engañado al mismo tiempo. La susceptibilidad está tan fuerte que su reacción me cayó de golpe. Nunca me había puesto a pensar en la posibilidad de que esa compañera, a la que sentí tan cercana y empática, me manipulara  aún habiéndole mostrado mi lealtad, al menos así me hizo pensar mi mecenas cuando me encaró, con la sorpresa y desconcierto de sentir que yo fuera capaz de mentirle de esa manera. "No me importa lo que hagas o dejes de hacer en ese lugar donde ya no estoy, pero elijo tener conmigo gente que no me mienta, y mucho menos de manera tan pendeja usando a mi mejor amiga (la orientadora) de excusa". Esto había llegado muy lejos. Necesité confrontarlo y lo hice desde la conciliación, sin acusación de pormedio. Mi nueva jefa sostuvo su versión... Otra cosa de la cual todos tendremos una historia diferente, por si no fuera suficiente frustración.

Se pareció mucho a esto; curiosamente, Florence está entre nuestros gustos musicales en común:



El tema de la oportunidad me llegó hace unos días. Un puesto en el sector público, ejerciendo mi profesión fuera de la docencia pero dentro del área educativa, me encontró antes de intentar buscarlo, siendo mi asesora de tesis quien le recomendó al equipo que ella deja ser yo el que lo obtenga. Y todo avanza tan abruptamente que me obliga a tomar decisiones y anunciarlas; confieso que siento aún más difícil lo segundo que lo primero. Es un cambio grandote y me estaré alejando mucho en cuanto a lugares y personas se refiere.

 Mi cabeza da vueltas pensando en que es la clase de oportunidades que aparecen como todo un Deus Ex Machinae, pero que me indican que debo soltar y pensar, sea cual sea mi decisión, en lo que "hubiera podido ser". Mi relación con mi mecenas, con quien siempre estaré agradecido, ha ido mejorando desde el último altercado, sin embargo, aceptar este nuevo trabajo implica dejar el equipo que habíamos hecho. 

 Por eso empecé mi entrada con esas "pretty little lineas", para intentar aplicarlo en mí. ¿Lo que viví me duele o me dejó herido? ¿A qué debo llamar "seguir adelante"? ¿Estoy listo para el cambio que me espera? 

Aún lo medito, aunque este ejercicio de escribir lo vivido me está desatando ciertos nudos.

Mientras tanto, finalizo compartiendo Castle de Halsey, tan ad hoc a lo que me he topado en el salvaje entorno laboral que dejo mi reflexión en su elocuencia.


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